A mi también me gustan las botas altas de piel

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A ver Tú, sí Tú, el que nos miras sentado en tu gran sofá de tranquilidad. A mi también me gustan las botas altas de piel y el café moca take away. Y pasear de la mano con mis cuatro hijos y mi marido de ojos esmeralda y brazos de árbol. Y tener una casa con más habitaciones que gente. Y lo del trabajo ese que queda tan bien en mi curriculum. A mi me gusta el queso y el vino, los caros, los delicatessen. Y también me gusta dormir en las masías y los paradores. Y los baños de caviar. Te lo digo a ti porque tú eres el que está todo el día decidiendo. Y parece como que últimamente no nos entendemos muy bien. Sí, claro, puede que sea yo que no me explico de la mejor de las maneras, pero ahora estoy siendo bastante directa. Sí, me gustan las faldas de seda y los fines de semana en las islas bebiendo agua de coco y haciendo el amor. Sí, claro, también me gusta dibujar cuentos, eso seguro. Y andar descalza y despeinada. Y contar verdades disfrazadas de mentiras. ¿No puedo tener todo? Todo junto y bien pegado, quiero beber vino y hacer ayunos. Quiero los hijos y los viajes hippies. Y lo de la casa y el marido, pero con tienda de campaña y compañero de viaje. Yo lo quiero todo. No me gusta quedarme sólo con uno. 

Y si no me lo puedes dar todo, entonces, enséñame a no desearlo. Enséñame a no desear. Dime cual es el secreto de no querer más y mejor. Déjame sentarme en tu gran sofá de tranquilidad. Déjame probar tu zumo. Quizás así me de cuenta. Quizás así aprenda a estar satisfecha.

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